Conforme progresa la industria agrícola, los principios ecológicos de las diferentes especies que confluyen en ella se ignoran continuamente, lo que ocasiona que los agroecosistemas modernos cada vez sean más inestables, generando una serie de problemas que amenazan la sostenibilidad y la calidad de los cultivos, así como la salud de las personas. Ante la manifestación constante de brotes de plagas y enfermedades en numerosos cultivos, la contaminación de fuentes hídricas, entre otros problemas, dejan en evidencia que la estrategia de control de plagas y enfermedades basada en la utilización de productos químicos, ha llegado a su límite.
Los problemas causados por plagas y enfermedades han ido empeorando y esto se relaciona con la expansión de los monocultivos a costa de la diversidad vegetal, de los microorganismos e insectos, quienes constituyen un componente fundamental del paisaje que proporciona servicios ecológicos claves para asegurar la protección de cultivos. En consecuencia, se ha generado la necesidad de plantear una estrategia alterna que se fundamente en el uso de los principios ecológicos para aprovechar al máximo los beneficios de la biodiversidad de especies en la agricultura. Por esta razón, en la actualidad, el control biológico se considera una pieza fundamental e indispensable en cualquier estrategia de agricultura sostenible.
De esta forma, el control biológico consiste en el uso de organismos benéficos contra aquellos que causan daños a los cultivos (enemigos naturales de las plagas) (DeBach, 1964). Según como se practique dicho control, se considera una estrategia válida para resaltar y proteger la biodiversidad funcional en ecosistemas agrícolas. Actualmente, se reporta que la efectividad de un insecticida químico es del 90 %, mientras que un controlador biológico puede tener el 70% o superar levemente el 80%, evidenciándose su efecto más lentamente respecto a los químicos (Palacios, 2012). Aun cuando los productos biológicos presentan menor efectividad respecto a las alternativas químicas, su uso presenta como ventaja, el permanecer en el ambiente después de su aplicación, sin generar resistencia en las poblaciones de insectos plaga, lo cual se convierte en una ventaja al utilizar esta medida de control natural.
En Colombia, han sido escasos los casos en los que se han implementado estrategias de control biológico de forma exitosa. Esto debido básicamente al desconocimiento sobre las ventajas que presentan estas opciones. Sin embargo, dadas las exigencias del mercado de exportación, influenciados por la demanda de los consumidores, se ha vuelto una necesidad para los productores implementar estrategias para el Manejo Integrado de Plagas (MIP), haciendo uso racional de productos químicos, en articulación al uso de biocontroladores. Además, la resistencia que se ha generado ante el uso indiscriminado de componentes químicos subraya la necesidad de aplicar técnicas de control más armonizadas con la naturaleza. Por lo tanto, los productores que buscan conseguir la confianza de los mercados más exigentes, han optado por la aplicación de agentes biológicos controladores de plagas y enfermedades.
Desde una perspectiva rentable, mientras más se implementen controladores biológicos en un programa de MIP, el productor observará que con esta tecnología la planta se mantendrá más sana, más productiva y las pérdidas del fruto se reducirán en un gran porcentaje. Sumado a lo anterior, la incorporación de estas nuevas técnicas para el control de plagas y enfermedades en campo, será la clave para que el control biológico se convierta en un referente de modelo productivo en nuestro país, tal como está sucediendo en los países líderes en producción agrícola sustentable.